Es una noche
plena, cuando el alma se entrega
en la dicha placentera del amor con dicha entera, y perdida en el silencio del corazón al rojo vivo,
surge de pronto el deseo, como un volcán
en encendido y se nos desliza por entre la
piel, quemándonos el pellejo y deshaciendo nuestros huesos, nos derrite
las entrañas, nos desgarra hasta el alma.
Y son estos instintos animales, los que nos arrojan al
arrollo del deseo
A las fiera más que
hambrientas de la carne y el placer, que consume la paciencia y retoza con el
Es la dicha cual
ninguna en la noche o en la bruma, es el alma que se entrega, no por dulzura o
lujuria, si no por este sentimiento, que nos quema en las entrañas, que
desgarra nuestra piel, y que nos induce al placer, casi sensoria, y un poco
dimensional del éxtasis perenne pero igual de latente que la seducción.
Somos presas del deseo
somos animas en huelga de hambre, pues nuestros instintos son en esta noche
llena, los deseos desbordados de dos fieras en celo, de dos carenes al rojo
vivo, que se cocinan a fuego lento.