Nuestro encuentro fue inevitable,
ni los astros pudieron detener aquel día. Tus ojos penetraron mi alma hasta
fundirla en aquel cuarto a media luz, la decoración el silencioso paisaje de un
atardecer veraniego, tan secreto como el más enredado laberinto, tú te acercaste
a mí, relataste los versos de un poema haikú a mi oído, y sentí el carisma de
tus labios susurrantes y ardientes.
Sin vacilar besaste mi cuello…
como se besa a un ser sereno y en contemplación, tus labios recorrieron mi mentón
y el suspiro fue inevitable. El suave roció nocturno comenzó a caer sobre el
atardecer, así cayeron los botones de mi
blusa, que rodaron como perlas en un mar callado e inicuo.
Luego tocaste mi espalda buscando
tranquilamente los broches de mi escote, uno a uno desabrochaste el espanto de
la culpa, hasta disolverme en un abrazo largo y paulatino, te desvaneciste en
mis pechos, tocándolos y jugueteando con
tu lengua diestra para las artes amorosas, me prendiste como un rayo prende la hojarasca
muerta.
Los minutos se hicieron eternos,
y conocí en tus dedos el paraíso de tu saciedad
lujuriosa. No queríamos vernos a los ojos, pero nuestros ojos se mezclaron con
aquel rayo de luz que nos ilumino tímidamente. Te desististe de aquel tabú cultural llamado
ropa y nuestros cuerpos desnudos se cubrieron de ceniza volcánica, el calor era
indescriptible, tu sabia comenzó a fluir
por entre las hendiduras de tus piernas y el sentido primordial de mi
existencia cobro vida en el cobijo de tus cordilleras.
Hombre y mujer, encuentro poético
de un hades dual, siempre dual. Velaste mis ensueños con tus barbas y mordiste mis encuentros con tus piernas que
me atravesaron la estreches de mis entrañas. Poco a poco el ser único se convirtió
en unidad, dejándome, dejándote.
El sonido de aquel silencio se volvió un vals de balbuceos
entrecortados, tímidos, acallados por el palpitar de nuestros corazones en
fruto. Y en esa decorosa cadencia, decoraste la habitación con tus gemidos poniendo en alto la
bandera de batalla.
Así el deseo transito su breve
surco, empeñándose en no dejarnos huellas alguna de encuentro furtivo y oculto, exponiéndonos ante la poesía callada y sigilosa, sometiendo nuestra senda apasionada al
fugas bamboleo de lo aprendido. Tu tocaste mi figura con dulzura y contemplaste en distraídas miradas que no viera en tus ojos que me amabas.
"¿Que tiene la piel humana? acaso es su suavidad la que siempre nos invita a tocarla. o sera su espesura y consistencia la que nos lleva a amasarla, a caso es su jugosa expresión simbólica, o el deseo por penetrarla"
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