viernes, 9 de agosto de 2013

RELATO EROTICO






Nuestro encuentro fue inevitable, ni los astros pudieron detener aquel día. Tus ojos penetraron mi alma hasta fundirla en aquel cuarto a media luz, la decoración el silencioso paisaje de un atardecer veraniego, tan secreto como el más enredado laberinto, tú te acercaste a mí, relataste los versos de un poema haikú a mi oído, y sentí el carisma de tus labios susurrantes y ardientes.

Sin vacilar besaste mi cuello… como se besa a un ser sereno y en contemplación, tus labios recorrieron mi mentón y el suspiro fue inevitable. El suave roció nocturno comenzó a caer sobre el atardecer, así cayeron  los botones de mi blusa, que rodaron como perlas en un mar callado e inicuo.

 Luego tocaste mi espalda buscando tranquilamente los broches de mi escote, uno a uno desabrochaste el espanto de la culpa, hasta disolverme en un abrazo largo y paulatino, te desvaneciste en mis pechos, tocándolos  y jugueteando con tu lengua diestra para las artes amorosas, me prendiste como un rayo prende la hojarasca muerta.

Los minutos se hicieron eternos, y conocí en tus dedos el paraíso de tu  saciedad lujuriosa. No queríamos vernos a los ojos, pero nuestros ojos se mezclaron con aquel rayo de luz que nos ilumino tímidamente.  Te desististe de aquel tabú cultural llamado ropa y nuestros cuerpos desnudos se cubrieron de ceniza volcánica, el calor era indescriptible,  tu sabia comenzó a fluir por entre las hendiduras de tus piernas y el sentido primordial de mi existencia cobro vida en el cobijo de tus cordilleras.

Hombre y mujer, encuentro poético de un hades dual, siempre dual. Velaste mis ensueños con tus barbas y  mordiste mis encuentros con tus piernas que me atravesaron la estreches de mis entrañas. Poco a poco el ser único se convirtió en unidad, dejándome, dejándote.

 El sonido de aquel  silencio se volvió un vals de balbuceos entrecortados, tímidos, acallados por el palpitar de nuestros corazones en fruto. Y en esa decorosa cadencia, decoraste la habitación con tus gemidos poniendo en alto la bandera de batalla.

Así el deseo transito su breve surco, empeñándose en no dejarnos huellas alguna de encuentro furtivo y oculto, exponiéndonos ante la poesía callada y sigilosa, sometiendo nuestra senda apasionada al fugas bamboleo de lo aprendido. Tu tocaste mi figura con dulzura y contemplaste en distraídas miradas que no viera en tus ojos que me amabas. 


"¿Que tiene la piel humana? acaso es su suavidad la que siempre nos invita a tocarla. o sera su espesura y consistencia la que nos lleva a amasarla, a caso es su jugosa expresión simbólica, o el deseo por penetrarla" 


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