Cubre mi piel desnuda
con tu manto, cubre me que hoy, no quiero saber más de mí, cubre mi
cuerpo voluptuoso, para que al salir el sol no mire mi desnudes
inaudita. Cubre me con tu manto de
espuma, para que la conciencia del mundo no toque mi piel, mi alma o mi
ser.
Cubre me con tu manto
de rosas y espinas, para que mi corazón
no sea tocado por el mal y no se empañe con su negro color, cubre me
como cubres la verdad que vacila y oscila ó se despliega con la inactividad
activa de la confusión absurda, y que es
tan solo el reflejo moral de la cordura racional, de la sin razón de la
sociedad.
Cubre me con
tu manto para que mis ojos no se cierren, para que mi vista no se empañe con el vapor ardiente de la ilógica
visión, visión quimérica y substancial de la humillación febril y
ardiente, que me impulsa y me alienta con
la falsa cordura, con la inaudita conciencia del amargo dolor.
Cubre me
para que no vea, para que me meza, en tu placentera pasión, pasión febril y
demente creación del dolor que me embarga, por la falta de amor.
Deja me que
me admire, deja que mi éxtasis se desborde por un instante, para que por un
momento deje de ser, para ser otra cosa distinta a la que hoy soy, deja que me
encuentre en el no encontrarme, hasta que mi cuerpo, se disuelva y se funde con
el tuyo, para que se amos una y la misma cosa hoy.
Para que al encontrarme
conmigo desnudes no me tape, no me oculte, sino me devele y me descubra tal
como soy, pues en la divagación consciente
me encuentros, me desvanezco, sola y fugas como las estrellas y tan
existente como el amor.
Amor que se encubre con
gran fervor y que aun mutilado haciende
al cielo como una virtud que se
eleva y palpita en mi corazón.
Amor que perdona, y que
duerme en las rosas y laureles, que lo cubren con su rojo corazón, y lo
embriagan con él roció, de la sumisión.
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