Compadecemos
al misericordioso y lastimosos que
Llegan
a tocar nuestras puertas desvencijadas,
Sin
saber que nosotros somos el espejo
De
esos seré infrahumanos a los cuales
Les
llamamos pordioseros.
Pordioseros
de alma y cuerpo,
De
mentes y de dinero,
Pordioseros
de todo aquello que se consume,
De
todo aquello que se codicia y no se tiene,
Somos
seres oscuros nacidos del mismo origen primordial
E
inmersos en una realidad que nos castra
Y
nos despoja.
Jugando
con nosotros mismos como pelotas de pin pong,
Vamos
de un lado a otro para darle gusto
A
quien:
A una madre imaginaria
A
la cual nunca terminamos de tener satisfecha,
Porque
no somos lo que ella
En
su frágilmente imagina de nosotros.
A
quien:
A
un padre imaginaria al que nunca alcanzaremos
Porque
siempre estará sobre nosotros,
Imponiéndonos,
mandándonos,
Juzgándonos.
Miserables
noctámbulos que deambulamos como sombras,
Chocando
ante una pared a la cual llamamos moral,
Fe,
religión, Dios, institución.
Conceptos
mutilados que nos cortan y nos
Atraviesan,
el alma, las entrañas, el corazón.
Seres
miserables, nacidos de un útero cálido
Que
se resiste a que estemos ahí dentro.
Y
vivimos así, con esa mirada misericordiosa
Y
lastimera que nos causa la lástima
De
todo aquello que nos rodea y muchas veces
No
nos reivindica.
Y
nos convierte
En
pordioseros de nuestra propia culpa
De
nuestra propia muerte,
De
nuestra propia vida en muerte.
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