Entramos
en este sopor cadencioso,
La
yerba se mese como esperando un sol radiante y voraz.
Y
a flor de piel, la contemplación y la noche.
¿Cuánto
nos cuenta vivir? Vivir en este respiro constante,
Que
humedece el alma inspirada solo en algo perene.
Lo
cierto, es que buscamos la eternidad,
Esa
eternidad usurpada y rota. ¿Cuál?
La
de ese paraíso terrenal que envuelto en
telarañas,
Se
encuentra cerrado para todos nosotros
Los
mortales.
Simples
mortales que queremos una tajada de eternidad,
De
una eternidad quimérica y fractalica,
Cubica
y tridimensionada.
Y
mientras tanto, nuestros ojos no pueden contemplar
Más
que esta…
Noche
espesa y espumosa,
Llena
de fantasmas que se nos meten en las cuencas de nuestros ojos
Huecos.
Si,
huecos como la vida que nos cargamos encima.
Arrastrándonos
vamos por cada rincón de este valle de espejismos
Rotos
cansados y añejos, que llamamos mundo en vida.
Vamos
caminando y en el camino musitamos palabras en oídos ajenos,
Esperando
a que otros nos escuchen,
Esperando
a que otros nos entiendan.
Pero
¿Qué somos nosotros?
Tan
solo huesos y carnes, arteria y sangre.
¿No?
¿Claro que no? No somos tan simples.
Somos
almas que viajan y que sientes,
Que
sienten y que duermen,
Que
durmiendo se encuentran en un sueño eterno;
Lleno
de nostalgias, lleno de recuerdos,
Lleno
de haberes y de quereres,
De
deseos nunca contados a nadie,
De
secretos.
Somos
unos cofres eternos llamados pensamientos,
Si
eso somos.
Luego
experimento lo que llamamos nostalgia,
Una
nostalgia inmensa que nos invade el
alma,
Si,
el alma ¿Pero que es el alma?
Esa
parte imprescindible de nosotros los humanos,
Esa
parte que aun nos conecta con el paraíso terrenal,
Ese
que perdimos,
Ese
que encontramos,
Ese
que buscamos.
Ese
paraíso eterno que nos promete felicidad,
Esa
eterna palabra que no está permitida
En
el aquí,
En
este mundo del aquí y el ahora.
Pasajeros,
Eso
somos,
Pasajeros
de un tren sin retorno,
De
un tren en donde solo viajamos unos cuantos.
¿Quiénes?
Estos
que no quisimos estar en el mundo de afuera,
Pero
que ahora estamos aquí,
En
este tren sin rumbo fijo,
Sin
destino,
Sin
infierno, ni paraíso.
Somos
el canto de un ruiseñor pasajero,
La
nota nunca alcanzada por la soprano de moda,
La
ilusión quimérica.
¿Qué
somos nosotros?
Pensamientos
que pensamos en otros pensamientos.
Lobos
hambrientos de jactación y petulancia,
Rimas
y estrofas que se nos escapan en el alma.
Sonetos
que intentan desesperadamente describirse.
¿Quiénes
somos? Somos las hojas de un abedul y de un sauce,
Y
nos mesemos con el aire y nos da miedo la tormenta.
Lloramos
cuando nos llueve y las gotas son nuestras lágrimas.
Lagrimas
de roció que saben a miel y a sabia,
Lagrimas
por habernos perdido de aquel delicioso manjar,
Al
cual llamamos, paraíso terrenal.
Si,
terrenal.
Terrenal
mas terreno que esta tierra que nos cobija,
Mas
cálido que el útero amado de nuestra propia madre,
Pues
la tierra, hace mucho dejo de ofrecernos su cobijo,
Hace
tiempo que no nos cobija ya ni el aire, ni el rio,
Y
los arboles denotan gran nostalgia,
La
nostalgia, de un paraíso suprimido.
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