Miro
el cadalso de mi eterna amargura,
Tomo
su cuchillo entre mis entrañas.
Palpo
la soledad encorvada y encarecida
Y
en preguntas de una amarga conciencia suburbano,
Tacho
la nota mal tonada
De
un acordes viejo y roído.
Miro
el pincel de mis acuarelas,
Y
encuentro en sus colores,
Las
manchas de una memoria desencajada.
Abstracta.
Colapsada
en un silencio calcinado,
En
unos labios cerrados por la cera de una vela.
Miro
mi agonizante cuerpo roto y desmembrado,
Brutal
encuentro con una realidad que miente,
Y
en sus ojos veo mi propio engaño.
Ese
engaño que está latente.
De
ocultar la verdad correcta
Y
aceptar las mentiras de otros,
Que
me enredan con sus propias lenguas,
Y
me encierra en el silencio de mi propia celda.
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