La marea de una playa solitaria sube.
Es tarde y las musas comienzan a
arremolinarse en el atardecer,
Entonces pienso en la nada del fondo
marino.
¿A caso existe eso que llamamos nada?
¿Qué es eso que existe y que no es nada?
La nada de Jean Paul Sartre, ese
existenciario viejo y cansado,
Que algún día escribió sobre el humanismo,
sobre la náusea.
Sobre la existencia humana,
Pero pese a la filosofía y a los filántropos
de esa existencia humana,
Aquí y ahora, fuera de Heidegger y sus
conceptos,
En este momento tan solo existes tú para
mí.
Tú y tu filosofía, tú y tus conceptos, tú
y tu mundo.
¿Cuál mundo?
El que tú y yo creamos una noche de
verano,
Entre tus brazos desnudos y los pies de
una danza interrumpible,
De una danza para dos en movimientos subterfugios,
Ahí nos encontramos, nuestra pista de
baile, tu cama,
Nuestras ropas tu piel y mi piel,
Nuestra música los besos y las caricias de
una alcoba a puerta cerrada.
Así nuestra filosofía fue escrita,
Y nuestros versos cubiertos por los
silencios de nuestro paso por el tiempo,
Un tiempo que hicimos nuestro, un suspiro
usurpado a los dioses del olimpo.
Un olimpo pequeño, lejos de los ojos
curiosos, de las miradas latentes,
De los entes sociales, de las distinciones
y las discriminaciones.
Aquí nuestra filosofía es eterna, es
indiscutible, es perpetua,
Aun que nosotros seamos perenes,
finitos.
Aquí, nuestro alegorismo es la lógica de
las emociones,
El bosquejo sin tiza, el álgebra sin símbolo,
El ansia sin ansia, el sentido sin
sentido, la idea sin contexto,
El amor sin letras. el ser sin ojos, sin
boca, sin ser.
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