Brincan saltan,
me cubren, se extienden, se evaporan, circulan hasta convertirse en miles de partículas
que se dejan ir lentamente. Sudoración llena de perfumes, de miles de aromas
que no seducen y a la vez nos enferman. Las feromonas de tu excitación cruzan
todas las fronteras del mundo y un nuevo continente ha crecido debajo del lunar
de tu espalda.
El vaivén de tu
oleaje es rosado y profunda, hasta convertirse en un rojo ambarino. Llena de
luz tu caminas por entre las sombras de un desierto morado y tu silueta se pasea
entre un magma de pecados que brotan de tus huellas húmedas, despacio tomas
mimando y en un suspiro me conduces a las montañas más altas de tu
ser.
Desandemos colina
abajo, tú me tomas de la mano, rodamos juntos, caemos en medio de tus nalga de
color pastel y de en medio de la maleza sacas tu caballete, unas acuarelas
y el lienzo.
Pintas el paisaje,
tus muslos, tus dedos, las abstracciones de tus manos, el mundo surrealista
donde habitas, la función más primitiva de tu existencia, la luz, el color, un
sentido primordial para ti.
Luego regresamos
al inicio de todo, me besas, te beso, me amas, te amo, me seduces guardas
silencio. Ese silencio me enloquece. Luego vuelves con tu travesura. Sueltas
tus esencias, te desatas, me atacas con tu aroma hasta volverme la exhalación
de cualquier cosa, me derrites, me ensimismas, me dejas, te apartas y te marchas, así nada mas porque sí.
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