Caminamos tú y yo por la playa un largo instante, los dos serenos
nos miramos,
El sentido primordial de nuestra conversación
se había engarzado en un silencio...
Lentamente y sin repiquetear las campanas,
nuestros cuerpos se encaminaron a la soledad,
Ahí y en la privacidad del silencio, la
arena fue nuestra cama nupcial.
Tus ojos, iluminados por el amanecer eran
una puesta de sol, poética...
Lentamente te desnude con los ojos. Y no
te imaginas todas las cosas que dibuje
Abajo de tus ropas, tus senos voluptuosos,
tus caderas firmes, tus nalgas redondas y sensibles,
Tus brazos dos enormes caminos mágicos.
Caminamos tú y yo por la bruma de la
plaza, esa plaza llena de algodones de azúcar...
Nos subimos a una bicicleta imaginaria y después
de un instante, nos colgamos de un racimo de globos de colores, que nos llevó a
otro tiempo...
Tu vestías un negligee trasparente, mis
manos deseosas de tocarte, siguieron tu silueta hasta que esta, encontró un
lugar cálido y sutil para acostarse a descansar. Así, mis manos cubrieron
tus hombros circulares, y mis ojos se extasiaron al encontrar en tu mentón
un pequeño hueco en donde me quede a dormir en posición fetal.
Caminamos tú y yo por la naturaleza
perdida de campos insondables, indistintos. Y emprendimos la expedición a tus
profundidades. Nos sumergimos a tus cataratas y en tus cuevas de marfil y
oxidiana, me perdí inexorablemente, dejándome llevar por esta corriente marina
que una vez más cubrió mi cuerpo con su electrizante éxtasis.
Tu un naranjo en flor, y yo un ciruelo en
ocaso. Tú la esencia de la naturaleza puesta en una bandeja de nailon, yo tu
sentido más interno. Tú palpitar más puro, tu amor más eterno.
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