Fuerte
como un estandarte y flexible como el agua de un río, te levantaste de entre la
marejada
Luminosidad
en medio de la briza marina, en medio de
la borrascosa calma y consternación.
Así
naciste tú llena de devoción, te observo colgada en el reflejo de mis ojos,
como una lágrima,
Como un
sentimiento que florece en tierra de nadie, creces y me fecundas el ánimo con
tus besos,
Con tus
desplantes deshidratados y alcalinos.
Llenos
de esa paz hibrida y alógena, plagada de melancólica nostalgia y llanto.
Ceniza
de copal, caña de azúcar y migajas de pan remojadas en un vaso de leche fresca.
El alba
recorro tus ventanas, cobijando tus recovecos sentimental y saturnino.
Mujer
valiente: Que surges de las cenizas y los terrones de sal, bañada en agua
dulce,
Tejida
entre madejas de hilo, llena de amor en tus ojos te veo pasar, te veo surcar
esta tierra,
Resplandeciente
es tu candor, tu figura es el emblema de lo que se puede merecer,
En
valentía de forjar los sueños con tu designio divino, sin culpas, sin
escarpelos
Que
corten tus alas, tus deseos y tus sueños.
Así
desinhibida viajas a través de un cuerpo desnudo, puro, bisexual,
Tan llena del alma que te cobija, que te
dilata como una fuente indescriptible.
Aceptándote,
tal como fue la creación divina, inmensa te reubicas a ti misma,
Siempre
pensando, siempre planeando, siempre estando aquí y ahí,
Lucida
con tu memoria, siempre lógica, siempre tú,
Siempre
serena como la noche y el alba que se besan en un súbito
Renacer
cada día.
A cada
instante, en cada hora. Por eso despiertas, por eso siempre abres tus ojos y me
miras,
Mirándote…
siempre mirándote, siempre deseando estar en algún lugar,
Fuerte,
siempre fuerte llena de contemplación te veo partir,
Siempre
te vas, nunca te quedas para que te espere, tú nunca te quedas a esperarme,
Siempre
de paso, siempre caminando, siempre andando.
Dando el
paso, el otro, el otro, siempre otro paso y cada vez más…
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