Como me gustaría
surcarte, venderme, adentrarme dentro de ti,
Como un virus de
computadora...
Así podría vencer
todos tus parámetros,
Y cohabitar entre
tus configuraciones,
Hasta convertirme en
un bits de tu temporalidad programada.
Como me gustaría,
estremecer cada uno de tus componentes...
Hasta volverme un cálculo
diferencial más de tu memoria y perderme,
En ti, como me
pierdo en las páginas de búsqueda,
En los
sentimientos, frígidos de esta sociedad sin emblemas fijos,
Sin banderas
propias... mas las que nos vende este mundo de acertijos.
Así me adentraría
por tus curvas, por tus senos, por tus ojos, por tus adentros
Por tus desiertos
de arena y sombras, por tus alas de plumas y colores,
Hasta llegar a tu corazón.
Abro tus piernas y me sumerjo en tus nalgas,
Beso tus
estalactitas de piedra y me enredo en tu crucifijo de santidad electrónica.
Me detengo un
minuto y contemplo como todo el tiempo parece derretirse con el encendido de
miles de velas que se encienden a lo lejos, entre un aflicción fantasmagórica
llegas a mí, abres tus cortinas de terciopelo rojo y me dejas entrar entre tus
piernas que se abren para mí, sedientas de miles de palabras que pronuncien tu
nombre, mi nombre.
¿Cuál
nombre?
El único nombre
que ni tus labios, ni los mis pudieron nombrar, el nombre de lo amado.
Distribución
binaria de parpadeos encontrados y que disimulan entre una y miles historias
que están aquí, en la existencia de tu memoria,
De tu pasado que
muchas veces te tortura,
Pero yo voy por
ti, cediendo lentamente, venciendo tus dragones internos,
Vencido tus
trabas, para que te des cuenta que te amo.
Que te amor. Que te
amo…
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